sin temor ni intenciones.
Se ha reconciliado con lo efímero
y no busca llegar más allá de aquello que perece con la muerte.
Su mirada abarca el todo porque está en sintonía,
y únicamente interviene donde la corriente de la vida lo exige.
Sabe distinguir: ¿ésto va o ésto no va?
Porque no tiene un propósito.
La sabiduría es fruto de una larga disciplina y del ejercicio,
pero quien la tiene, la tiene sin esfuerzo.
La sabiduría está siempre en camino,
y no llega a su meta por ir buscando.
Ella crece.