La inteligencia y la racionalidad emergen en primer plano
cuando se
trasciende la emotividad de los niveles más bajos.
La comprensión y la información son las herramientas principales para la realización personal, la cual es el sello del nivel 400. Este es el nivel de los ganadores de Premios Nobel, de los grandes estadistas y de los jueces de la Corte Suprema. Einstein, Freud y muchos otros grandes pensadores de la historia calibran en este nivel. Los autores de Los Grandes Libros del Mundo Occidental calibran en este nivel.
Las fallas de este nivel incluyen el no distinguir claramente las diferencias entre los símbolos y lo que ellos representan, y la confusión entre los mundos subjetivos y objetivo que limita la comprensión de la causalidad. En este nivel, es fácil perder de vista el bosque al ver tan sólo los árboles, amartelarse ante conceptos y teorías y terminar perdiendo el punto esencial.
Intelectualizar puede convertirse en un fin en si mismo. La razón se limita en el sentido de que no puede facilitar la capacidad de discernimiento de la esencia del punto crítico de un asunto complejo. La razón no brinda por sí misma una guía de verdad. Produce cantidades masivas de información y documentación, pero adolece de la capacidad de resolver discrepancias en datos y en conclusiones.
Todos los argumentos filosóficos suenan convincentes por sí mismos. Y aunque la Razón es altamente efectiva en un mundo técnico en donde dominan las metodologías de la lógica, la razón, por sí misma, paradójicamente, es el mayor bloqueo para lograr alcanzar mayores niveles de conciencia. Es relativamente poco común trascender este nivel en nuestra sociedad, solo el 4% de la población mundial.
Fuente:
Dr. David R. Hawkins